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Enzimas digestivas ¿Qué son y cómo funcionan?

Muchos estudios demuestran que los alimentos cocinados no tienen vida porque al cocinarlos no sólo se destruyen (parcialmente) los nutrientes de los alimentos, sino que también se reduce su digestibilidad. Esto, combinado con el moderno estilo de vida que conduce a una dieta desequilibrada con productos de cultivo a gran escala en tierras agrícolas empobrecidas, ciertamente no juega a favor de nuestro tracto gastrointestinal. Afortunadamente, sin embargo, como sucede a menudo, la propia naturaleza nos proporciona la solución: las enzimas digestivas.
¿Cuáles son las enzimas digestivas?
Las enzimas son producidas por nuestro organismo y se llaman: amilasa, proteasa, lactasa, lipasa, glucosidasa, transferasa, hemicelulasa, beta glucanasa y su actividad es fundamental para la descomposición, absorción y asimilación de los principios nutricionales y cofactores esenciales como las vitaminas, minerales y oligoelementos. La digestión es un proceso largo y complejo de asimilación de los alimentos a través de la descomposición de los nutrientes. Una investigación realizada por el Dr. Beazell en el «Journal of Laboratory and Clinical Medicine» mostró que en la primera hora de este proceso gran parte de los alimentos pueden ser pre digeridos en la parte superior del estómago por las enzimas digestivas antes de llegar al intestino delgado, donde el páncreas secreta sus enzimas. Y esto significa que si el alimento está adecuadamente pre digerido el páncreas se fatiga mucho menos. Existe una verdadera teoría al respecto, llamada «Adaptación secreta de las enzimas digestivas»: cuanto mayor sea la carga que se descarga en la digestión por las enzimas alimentarias exógenas (es decir, introducidas con los alimentos), menor será la carga enzimática que se deposita en el páncreas y el intestino delgado, preservando la capacidad enzimática del cuerpo para llevar a cabo otros procesos metabólicos fundamentales.
Enzimas en nuestra alimentación
Es importante seguir una dieta rica en alimentos crudos que, gracias a su alto contenido intrínseco de enzimas, son capaces de complementar la carga digestiva del cuerpo. Se ha demostrado que el páncreas humano es hipertrófico (80-90 g). para 60 Kg) en comparación con los animales que sólo utilizan alimentos crudos. Por ejemplo, el caballo: 300 gr. para 550 Kg. Al complementar nuestra dieta con enzimas digestivas, enriqueceremos nuestro cuerpo con aquellas sustancias biorreguladoras que son fundamentales para la descomposición y absorción de carbohidratos, proteínas, grasas, fibras, vitaminas y minerales. Pero no todas las enzimas son iguales. De hecho, tenemos:
  • Las enzimas de origen animal (pepsina, tripsina y pancreatina) actúan entre 50-60°C a pH ácido.
  • Las enzimas vegetales (bromelina y papaína) actúan entre 20-30°C a pH alcalino.
Las únicas que actúan a lo largo de todo el tracto digestivo, a una temperatura similar a la del cuerpo (30-40° C) y a un pH entre 3,0 y 9,0 son las enzimas digestivas de la fermentación de maltodextrinas, es decir, obtenidas de la fermentación y posterior purificación de los sustratos vegetales mediante el uso de cultivos del hongo no patógeno Aspergyllus niger. La actividad de las enzimas comienza inmediatamente con la digestión del 60% de los carbohidratos, el 30% de las proteínas y el 10% de las grasas. También representan una fuente de alta calidad y eficiencia en la fermentación. Como dijo Edward Howell, pionero en la enzimología alimentaria, «las enzimas son una verdadera piedra de toque de la vitalidad: ofrecen un importante medio de cálculo de la energía de un organismo. Lo que llamamos energía, fuerza vital, energía nerviosa, fuerza, pueden ser sinónimo de actividad enzimática«.
¿Por qué son importantes las enzimas?
Una correcta actividad pre digestiva llevada a cabo por las enzimas repercute positivamente en el metabolismo (en el que el papel de la lipasa, responsable de la correcta descomposición y almacenamiento de las grasas, es fundamental) y en la función inmunológica. También es particularmente importante en sujetos de más de 60 años, en los que la actividad de la amilasa es 30 veces menor que la de los sujetos jóvenes, y en particular en estados patológicos como la diabetes, las alergias y las infecciones.

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